Capítulo #1

martes, 31 de agosto de 2010

Ya trajimos es capitulo uno :)... Disfruten ^^ Esperamos coments :)

Capítulo 01

Agosto de 1010

Un nuevo día amanecía en el tranquilo y pacifico reino de Cölln.

Después de haber dado su paseo matutino con los caballos del establo, para practicar su montura, asistir a clases de escritura, lectura, esgrima, espada y baile clásico, los dos príncipes descansaban en sus aposentos, tratando de relajarse. Ambos se encontraban reunidos en la habitación de Wilhelm, el pequeño, por 10 minutos, de los gemelos. Y junto a ellos se encontraban su amigo y guardia personal Georg, y el único hijo varón del investigador-científico de palacio, Gustav.

Los 4 se encontraban aburridos, la gran mayoría del servicio de palacio se encontraba afuera haciendo sus quehaceres, y el rey se encontraba reunido con un séquito de consejeros para fortalecer algunas alianzas con reinos vecinos, y tratar algunos temas importantes que acechaban al reino.

- ¡Chicos! – Exclamó de pronto Thomas, teniendo, a su parecer, una brillante idea - ¿Y si bajamos a los laboratorios?

Gustav, como hijo del propietario de aquel lugar al que pocos entraban, frunció el ceño - ¿A hacer qué? Sus majestades saben que no es prudente acercarnos a esa sala…

Georg asintió dándole la razón, cogiendo algunas pastas que alguna doncella del servicio había dejado como señal de buenos días al príncipe – ¿Puedo verdad?

Wilhelm asintió sin prestar demasiada atención, mirando a Gustav contrariado – Pero iremos con precaución… No tocaremos nada, solo queremos echar una ojeada a las maquinas a las que tanto rato dedican nuestro padre y el vuestro…

Thomas asintió efusivo secundando a su hermano – Es verdad, además, dudo que cualquiera de esos artilugios de brujas funcione…

Gustav rodó los ojos – Ninguno de ellos ha sido probado aun, por lo que aún se desconoce si funcionan…

- ¿Entonces? – Preguntó Thomas - ¿Vamos?

Gustav suspiró, levantándose del sillón de felpa en el que estaba sentado – Está bien, pero con cuidado, no debemos ser vistos y que se los comuniquen a su majestad, el rey Jörg…

Thomas se levantó de la cama con una carcajada, y dando un par de palmas se apresuró a la puerta – ¡Venga vamos!

Wilhelm se levantó también, siguiendo a Thomas y Gustav, mientras Georg cogía todas las pastas en sus brazos y los seguía, procurando que no le resbalase ninguna.

El laboratorio era una sala parecida a una cueva, sus paredes eran de piedra caliza negra, y la puerta era una de las más protegidas de palacio, tenía 8 cerrojos, para evitar que alguien ajeno entrase y pudiese estropear cualquiera de las preciadas maquinas y aparatos que allí se encontraban. Claro que, los príncipes poseían todas las llaves que abrían cualquier puerta de palacio, la reina Simone siempre había dicho que las personas debían poder entrar y salir de todos los aposentos en el momento oportuno… el destino los guiaría cuando fuese el momento, y no debían tener restricciones… Y Jörg había cumplido, sus hijos tenían un total de 88 llaves, una para cada sala del palacio.

Después de abrir los cerrojos, y cerrar la puerta desde el interior, se quedaron fascinados observando todo a su alrededor.

Georg se sentó en el suelo, para tener mayor comodidad comiendo, mientras observaba a Gustav explicarle el supuesto funcionamiento de algunas maquinas a los 2 príncipes. Wilhelm parecía prestar atención a lo que escuchaba, pero Thomas no dejaba de mirar aquí y allá, acariciar las cosas que más le sorprendían, como botones, palancas, cables…

Gustav gruñó al percatarse de la ignorancia, y Wilhelm observó contrariado a su hermano al ver su irrespetuosa actitud - ¡Thomas! ¡No toques nada que como rompas algo al señor Schäfer se lo llevará el diablo, y sabes que para papá es uno de sus hombres más importantes!

Thomas rodó los ojos continuando a los suyo - ¡Llorica!

Wilhelm hinchó los mofletes ofendido - ¡No soy llorica! ¡Soy responsable!

Thomas rió, volteándolo a ver desde una especie de pera gigante metálica - ¿Responsable tu? ¿Te tengo que recordar, querido hermano, quien ha liado la pataleta de esta mañana por unas galletas sin chocolate?

Wilhelm rodó los ojos – Eso es distinto… - Mientras Georg soltaba una carcajada con la boca llena, el príncipe menor lo miró - ¿Georg aun comes?

Georg asintió, devorando un pedazo de pastel de chocolate, mientras Thomas reía – ¡Pero si acabas de fundirte mi bandeja de pasteles! – Expresó Thomas.

- Tengfo hamfre… - Explicó únicamente Georg, continuando con sus dulces.

- Pero Georg, eso…

- Déjalo Wilhelm… - Aconsejó Thomas a su hermano, mientras abría la puerta de la maquina, que hizo un espantoso chirrido – Georg es así.

Wilhelm se llevó una mano al pecho asustado por el repentino sonido, notando de pronto lo nervioso que estaba, si los pillaban se les iba a caer el pelo del susto, y cuando les volviera a salir, se les volvería a caer por el castigo que les caería. – Vamos de aquí. – Inquirió nervioso.

Thomas rió son sorna - ¿Qué pasa tienes miedo?

- ¡No! – Exclamó ofendido – Pero no deberíamos estar aquí… ya hemos visto lo que hay, vámonos…

- Su majestad Wilhelm tiene razón, príncipe Thomas… Si nos encuentran aquí tendremos serios problemas. – Apareció Gustav de la nada, que había desaparecido un momento entre las maquinas del laboratorio.

Thomas, Wilhelm, y hasta Georg, pegaron un pequeño bote por el susto repentino. Ley de Murphy, si todos están tranquilos, no cunde el pánico, si uno se asusta, le contagia el miedo a los demás…

Thomas rodó los ojos más tranquilo, introduciendo la mitad de su cuerpo en la maquina que tenía en frente - ¡Gordo! ¡Nos has asustado!

Wilhelm se acercó a él, dándole un golpe en la mano – ¡Thomas no toques nada!

De pronto, los reflejos de Georg se pusieron alerta, se levantó de un salto, y aguantando los dulces con un brazo, agarró la funda de su espada, dispuesto a atacar a quien pudiera ser una amenaza para sus altezas. – Se acerca alguien…

- Sí señor, verá… he terminado de ajustar los parámetros que me pidió… - La voz del señor Schäffer se escuchó lejana, acercándose por el pasillo.

- ¡Mierda! – Wilhelm miró a su hermano con expresión de miedo - ¡Thomas eres idiota! ¡Te dije que nos marcháramos!

Thomas hizo un gesto con la mano restándole importancia – ¡Ahora es tarde para buscar culpables, tenemos que escondernos! – Thomas miró al lacio con el ceño fruncido - ¡Deja de engordar y ayúdanos!


Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, y el pánico se apoderó de ellos, se miraban estresados, moviéndose irregularmente de un lado a otro sin saber dónde meterse.

- ¡A la caverna marciana! – Exclamó Georg como un salvador, y cargando con sus pasteles, se metió adentro, seguido de Thomas, Wilhelm y Gustav, este último cerró la puerta, que emitió un rápido chirrido, y se quedaron a oscuras, apelotonados unos sobre otros.

- ¡Y yo soy el que engorda! – Exclamó con falsa indignación Georg - ¡Quita que pesas como un muerto! – Empujó a Thomas a un lado, que se tambaleó, perdiendo el equilibrio. Trató de sostenerse, agarrándose a lo primero que pilló, una palanca que había estado echada y él había levantado, dejándola erecta en mitad de la maquina, las luces de prendieron de golpe y Thomas sonrió de lado - ¡Encontré el interruptor de las velas de esta máquina!

Wilhelm rodó los ojos, y antes de que dijese alguna tontería más y los descubrieran, le tapó la boca, mientras el señor Schäffer y el rey Kaulitz se aproximaban a la maquina en la que estaban.

Thomas rodó los ojos sin decir nada, pero todos entendieron lo que quería decir. “De todas las maquinas que hay… tienen que venir justo a esta…”

- Verá señor, instalé en el interior de la cámara una palanca que permite activar y desactivar los mecanismos, tal como usted pidió.

La voz del monarca Jörg se escuchó alta y clara – Perfecto. Así evitaremos posibles viajes erróneos. – Se escucharon los pasos acercarse más a la máquina – Me gustaría ver una demostración de cómo se inicia el proceso.

El padre de Gustav se acercó también – Por supuesto alteza. – Se escucharon algunos botones ser pulsados, y la máquina comenzó a hacer ruidos de motor que se pone en funcionamiento. – Por pura prueba, he puesto la ruleta en el año 2010. Ahora mismo la palanca está desactivada, la desactivé antes de ir a la reunión de estado… pero si estuviera conectada… - Los 4 chicos se miraron dentro de la máquina con los ojos desorbitados, para luego volver al vista a la palanca, que como con burla, se mostraba majestuosamente alzada, como diciendo “Miradme, estoy levantada, y os voy a joder”. – Al pulsar este botón verde, la energía fluirá por la maquina, produciendo así el paso del tiempo…

El rey volvió a hablar - ¿Puedo?

- Por supuesto, alteza.

Los 4 se volvieron a mirar asustados, con el corazón en un puño, y se abalanzaron sobre la palanca para tratar de ponerla bien, a la vez que se escuchaba el botón siendo pulsado. ¿Qué importaba que los escucharan? Aquella maquina podría desintegrarlos en cuestión de segundos o a saber que hacía con ellos.

Los señores Kaulitz y Schäffer se miraron extrañados al escuchar los golpes dentro de la maquina. El señor Schäffer abrió la puerta de la maquina, encontrándose con nada. Buscó con la mirada cualquier desperfecto que hubiese ocasionado aquella estampida de sonidos, encontrándose con la palanca, activada… la desactivó, y volvió a cerrar extrañado.

- Juraría que había dejado la palanca levantada… - Volteó a ver al monarca – Parece que hemos mandado algo 1000 años adelante…

El rey frunció el ceño - ¿No podemos traer de vuelta al intruso para que nos explique su experiencia?

El científico negó con la cabeza – Lo más seguro es que fuese algún tipo de miasma o célula viva, lo bastante grande como para soportar el viaje. Pero no podemos tener control sobre ella. Lo más probable es que permanezca para siempre en el futuro, o la maquina la haya desintegrado.

El rey frunció el ceño – Entiendo… En ese caso, espero que eliminéis ese molesto ruido, me gustaría inaugurar la maquina en perfectas condiciones acústicas.

El ingeniero hizo una reverencia – Como gustéis mi señor… - Observó al monarca salir de la sala, para entonces mirar su alrededor con suspicacia.

La puerta del laboratorio había estado abierta cuando habían llegado, y él estaba seguro de haberla cerrado, la palanca de la maquina estaba conectada, y él aseguraría haberla desactivado… Además… En el suelo había migajas de algún tipo de pasta… y lo más importante… ¿Dónde estaba Gustav?


Después de darse un tremendo golpe contra el suelo, y quedar todos como un revoltijo de brazos y piernas, los 4 chicos trataron de levantarse.

- ¡Por todos los dioses que gobiernan sobre Germania! – Exclamó Georg, que era el que había acabado abajo del todo - ¡Salid de encima! ¡Me ahogo!

Gustav se levantó el primero, observando con recelo la superficie a su alrededor. A simple vista todo parecía igual a antes, pero había algo que no acababa de encajar. ¿Por qué no abrían el rey y su padre la puerta? ¿Y porque se sentía tan pesado?

Wilhelm fue el segundo en levantarse, al borde de un ataque de histeria - ¿Qué ha pasado?

Thomas fue el siguiente, que sacudiéndose la ropa, miró a su alrededor asombrado, mientras Georg, doblado sobre sí mismo, hacía algo de teatro – No noto la espalda…

Thomas rodó los ojos - ¡No nos importa tu espalda!

Gustav rodó los ojos también – Menudo lio en que nos has metido Thomalein…

Thomas rodó los ojos de nuevo – Como vuelvas a llamarme así, me hago una tortilla con tus ojos.

Wilhelm volvió a insistir - ¿Pero qué ha pasado? ¿Dónde estamos?

Thomas se aproximó a la puerta – No lo sé, pero en Cölln seguro que no.

Wilhelm lo miró extrañado - ¿Por qué dices eso?

Thomas sonrió - ¿No escucháis? ¡Es música! – Su mano se acercó a la puerta con toda la intención de abrir, pero el grito de su hermano lo detuvo.

- ¡THOMAS KAULITZ TRÜMPER DE CÖLLN! ¡NI SE TE OCURRA TOCAR NADA!

Georg, asustado por el repentino grito, hizo el intento de desenvainar la espada, que se le quedó encallada en el cinto - ¡Maldita espada! – De un tirón, consiguió sacarla, perdiendo el equilibrio y chocando con una de las paredes cableadas de la maquina, que emitió un pitido, y apagó las luces.

- ¡Dios! ¡Madre santísima purísima! – Comenzó Wilhelm – Vamos a morir…

Thomas rodó los ojos – Wilhelm cállate… - Luego agarró la puerta – Alguien que hace música no puede ser malo… - Y dicho esto, abrió la puerta, dejando que la luz entrara de nuevo a la maquina, y salió corriendo de allí.

- ¡THOMAS! – Exclamó Wilhelm, para luego volverse a Georg - ¿Qué haces aquí parado? ¡Ve tras él!

- Mejor ve tu… - Murmuró Georg – Es tu hermano.

Bill frunció el ceño - ¡Te estoy ordenando que vayas!

Gustav suspiró – Está bien, está bien… iremos los 3 tras él… ¡Andando!

Los 3 salieron de la maquina, encontrándose con una sala repleta de cuadrados blancos enganchados a las paredes, espejos y muchas puertas del mismo color, salvo una, que además estaba abierta. Salieron por ella, en completo silencio, pendientes del más mínimo ruido, encontrándose en un largo pasillo con dos muchachas.

Estas fruncieron el ceño al verlos salir, y la que se veía más atrevida, una rubia de cabellos rizados, se llevó ambas manos a la cintura - ¿Pero no sabéis que es de mala educación entrar al lavabo de las chicas? ¡Guarros! ¡Degenerados! ¡Pervertidos!

La otra, una muchacha pelirroja, de cabello corto y liso, rodó los ojos ante la retahíla de adjetivos que estaba descargando su compañera con los 3 chicos.

Gustav frunció el ceño terriblemente ofendido - ¿Cómo os atrevéis a hablarle en ese tono a su majestad el príncipe Bill? – Luego se cruzó de brazos – Deberían cortarle esa lengua endemoniada para que aprenda a tener más respeto, plebeya.

La rubia frunció el ceño - ¿Plebeya? ¿Pero con quien te crees que estás hablando tapón de corcho?

Gustav dio un paso en su dirección – ¡Estoy hablando con una plebeya que no tiene respeto por quien mantiene su pueblo en óptimas condiciones!

La rubia comenzó a reír en tono de burla, mientras Georg gruñía, haciendo ademán de sacar su espada.

Wilhelm trató de poner paz, se sentía responsable de sus gentes. – Vamos muchachos… Calma…

Gustav y Georg suavizaron sus poses de inmediato, mientras el príncipe contemplaba a las 2 chicas, se acercó a la pelirroja, y haciendo una sutil reverencia, agarró una de sus manos, depositó un beso y habló suavemente – Decidme… ¿Cómo os llamáis?

La rubia calló abruptamente ante el gesto, mientras la pelirroja se sonrojaba hasta las orejas – D-Deniz… - Tartamudeó.

Wilhelm sonrió – Yo soy Wilhelm Kaulitz Trümper, futuro heredero a las tierras del este, Cölln. – Luego volteó a su derecha – Este es Gustav, el futuro investigador de nuestro reino… - Luego volteó a su izquierda – Y este es Georg, el guarda personal de mi persona, y mi hermano Thomas.

Deniz parpadeó, perdiéndose en las orbes achocolatadas de Wilhelm – Os tomáis muy en serio vuestro papel…

Wilhelm frunció el ceño – Bueno, ese el deber de todo monarca.

La rubia frunció el ceño – Sí, sí, muy bien… espectacular actuación – Aplaudió con claro gesto irónico, para luego adoptar una pose mucho más seria – Nunca os habíamos visto por aquí… ¿Sois los nuevos modelos de Giorgio?

Wilhelm frunció el ceño - ¿Giorgio? ¿Quién es ese menester?

Deniz rió nerviosa – Nadie importante… solo el dueño de todo esto…

Gustav frunció el ceño - ¿Entonces no estamos en tierras de Jörg Kaulitz?

La rubia suspiró – No sé quién es ese… como se llame… Estáis en el recinto de la fiesta a la que había que venir vestidos de época… - Explicó esta, señalando los trajes que llevaban los 5.

- ¿Una fiesta? – Exclamó Gustav enfadado - ¿Se han atrevido menesteres a hacer una fiesta sin permiso de su majestad, y además con música? ¡Menuda desfachatez!

La rubia rodó los ojos – Oye enano, estás llevando tu papel al extremo.

Este alzó el mentón con orgullo – Que ustedes, plebeyas de poca monda, no conozcan el respeto por sus superiores, no significa que los demás sigamos su ejemplo. – Gruñó algo ininteligible – Deben cancelar esta fiesta de inmediato, si su majestad se entera tendrán problemas.

La rubia rompió a reír de nuevo – ¡A ver idiota! – Exclamó, saliéndose de sus casillas – Esta fiesta la organizó la organización de Much Musik y Giorgio… Y tenemos los permisos del ayuntamiento, Así que basta de hacerse el imbécil!

- ¿Ayuntamiento? – Preguntó Gustav comenzando a notar algo en raro en la forma de actuar y hablar de aquellas dos chicas.

“Señores invitados…” Se escuchó de pronto una voz metálica apagada, sonando por todo el recinto “Nos complace enormemente darles una calurosa bienvenida a la decimocuarta edición de los premios Much Musik 2010…” La cara de Gustav empalideció de repente, ante la atenta mirada de la rubia, que lo observaba preocupada, sin entender. “Esperamos que disfruten su estancia en la fiesta.” La voz tomó una pausa “Para su deleite, los mejores cocineros de la cocina alemana se han trasladado hasta aquí para preparar los platos…” Y a este punto, Gustav dejó de escuchar… escuchaba solo voces lejanas, pero no entendía nada, se sentía mareado.

2010.

Ese “2” antes no estaba, habían avanzado 1000 años en la línea temporal. Y no sabía si sentirse feliz, asustado, triste… ¿Qué hacían ahora?


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Listo!... un besazo!!

Fins demà - #Prólogo

miércoles, 25 de agosto de 2010

Fins demà
¿Y si tu amor fuera de otra época?

Prólogo


Jörg Kaulitz, era un hombre bondadoso, pacífico, serio, divertido, y con gran sentido de la justicia. Su reinado en tierras de Cölln era el mejor que aquellas gentes habían tenido en años, todo transcurría con prosperidad, las tierras eran fértiles, el ganado estaba sano, no había prácticamente delincuencia, y hacía muchísimo tiempo que no los atacaba ninguna plaga, claro signo de que los dioses habían decidido no castigar una tierra gobernada con la digna sabiduría.

Por si toda aquella positividad fuera poca, hacía escasos 2 años, la reina Simone, la esposa que el rey amaba con locura y devoción, había dado a luz al retoño que gobernaría en el futuro el legado de su padre. Un varón sano de fuertes ojos marrones y hambre insaciable… que vio su llegada acompañada de otro bebé, nuevamente varón. Tanta fue la alegría, de que no solo hubiese sido un niño, sino dos, que el reino estuvo de fiesta toda una semana entera.

La reina Simone amaba la música, y siempre que podía, no dudaba en juntarse con las demás damas y danzar algunos bailes junto a los músicos, que honrados por su presencia, tocaban sus mejores temas.

Una fría noche de Enero, esta decidió bajar al pueblo, donde se celebraría el baile mensual que el pueblo hacía en su honor, baile que jamás se había perdido ninguno de los meses. El rey Jörg intentó disuadirla, aquellos últimos días había habido fuertes nevadas por todo el reino, y las calles tenían varios centímetros de grosor de nieve que impedía cruzarlas con total seguridad. Esta rió musicalmente, alegando que la nieve era algo sin vida que no podía alejarla del pueblo, y mucho menos, le impediría bajar a disfrutar de una velada magnifica. El rey rió con ella, su mujer siempre había acertado en todo lo que decía, predijo que el día de su boda haría buen tiempo, que tendría 2 hijos varones, y que los 4 iban a estar juntos hasta el fin de sus días.

Pocos minutos después, el carruaje partía en dirección al pueblo, ambos reyes despidiéndose felices, quedando para cenar juntos después del baile… pero aquel carruaje tirado por dos purasangres negros, nunca regresó. Los pueblerinos, aseguraron más tarde, que la reina nunca llegó a la celebración.

Buscaron durante días y noches cualquier pista sobre que había pasado con la reina, los caballos, y el jinete que guiaba a los jamelgos por los caminos, pero jamás hallaron nada. Solo unas huellas de herradura y carruaje cerca del lago, que les indicaron el posible final que habían sufrido. Probablemente habían caído al lago, que había subido el nivel de agua por las últimas nevadas, y habrían muerto ahogados en el fondo.

Pese a no tener pruebas físicas y ningún cadáver al que velar, el rey declaró 2 semanas de luto en todo el reino por la reina Simone y el hombre que la había acompañado en su fatal desenlace. Lloró como jamás nadie lo había visto llorar, y maldijo a los dioses por haberle quitado la única mujer que lo quería aunque no llevase corona. Y el pueblo lloró con él, la pérdida de la reina Simone había sido la tragedia más grande que habían sufrido en los últimos tiempos, y había sido una reina que se preocupaba por los suyos y no sufría al mezclarse con plebeyos como ellos.

Después de aquellas dos semanas, todo empezó a volver a la normalidad, todo, excepto el rey, se volvió arisco, triste, y no vacilaba a la hora de seleccionar mujeres para disfrutar sus noches solitarias en palacio. Seguía gobernando con sabiduría el pueblo, no les faltaba nada, pero él era la sombra de lo que una vez fue.

Su rencor hacia lo que le había quitado a su esposa era tanto, que tomó una drástica decisión, la música quedaba prohibida en todo el reino de Cölln.

- Si algún menester, tiene el valor desafiar a la monarquía y hacer recitales de música clandestina, las tropas al gobierno de nuestra majestad Jörg Kaulitz – Recitó un orador en la plaza más céntrica de las tierras de Cölln ante los habitantes que escuchaban frustrados y tristes la decisión de su rey – Será castigado con la pena de muerte.

Después de que el reino se sumergiese en el silencio, Jörg se dedicó en cuerpo y alma a los pequeños Thomas y Wilhelm, los hijos que había tenido con su esposa, la reina Simone. Crecieron fuertes y sanos sin recordar más que el nombre de la que fuera su madre, y cuando Jörg los veía, casi parecía que volvía a ser el mismo hombre bondadoso de antes. Los quería con devoción y eran su única razón para continuar con vida. Trataba de criarlos como su fallecida madre lo hubiese querido, y les dejaba hacer todo cuanto creía que ella les habría dejado hacer… al fin y al cabo ella no se había equivocado NUNCA…

Había tenido razón en todo, la nieve no la había alejado del pueblo, la había enterrado para siempre en las aguas que lo abastecían… Y ahora estaba en todos y cada uno de ellos…

Y habían estado los 4 juntos… hasta el fin de sus días en aquellas aguas heladas…